domingo, 3 de octubre de 2010

Bibliografía: "La poderosa memoria de los objetos" (Relato breve)

> Texto compartido por: LUCIA LIBERTAD ALDAZ 
> Fuente: MONTERO, Rosa. La poderosa memoria de los objetos.




La poderosa memoria de los objetos
Rosa Montero

Sucedió estas pasadas Navidades: cenaba en Nochebuena con mis padres cuando en un rincón de la mesa aparecieron un par de copas viejas de champán. Para entonces toda la cristalería estaba sucia, y por eso hubo que recurrir a esas antiguallas. Tenían un diseño panzón y achaparrado, con la tripa tallada; eran unas piezas modestas, nada del otro mundo, y, sin embargo, en ese momento me parecieron el objeto más bello de la Tierra. Porque venían directamente de mi infancia, como naves marcianas acabadas de llegar del espacio exterior, del tiempo niño, del ayer remoto sepultado en algún rincón de la desmemoria.


Eran las copas que se usaban en las fiestas, en mi niñez, cuando a los pequeños se nos permitía mojar los labios en bebidas doradas y burbujeantes, en alcoholes prohibidos, que en esas ocasiones, sin embargo, y solamente en esas mágicas noches de jolgorio, te daban a probar tus propios padres, como en un rito de iniciación al mundo adulto.


Viendo ahora la copa, encontrándomela de repente tras haberla olvidado, volví a sentirme de inmediato allí, en las noches primeras, cuando la vida era un paquete de regalo aún sin abrir; con las mejillas ardiendo y el corazón latiendo; con una madre hermosa que era entonces más joven de lo que ahora soy yo; con un padre gigante que me ofrecía el vaso con mano firme, esa misma mano hoy manchada por la edad y temblorosa, la mano de mi pequeño, anciano padre. Todo eso está impreso en el cristal tallado de la copa, como una holografía emocional. Es la poderosa memoria de los objetos.


Pero para que los objetos puedan adquirir esta memoria formidable y profunda, es necesario convivir con ellos, respetarlos, desarrollar una intimidad y un entendimiento. Antes los objetos formaban una especie de segunda piel para los humanos; quiero decir que no era fácil poseer cosas, ni siquiera para los muy ricos, porque las cosas se hacían manualmente, o al menos pasaban por un largo proceso de confección y comercialización. Por regla general, antes, para tener un objeto, había que desearlo durante bastante tiempo; había que pensarlo con detenimiento, decidiendo qué características se preferían; había que buscarlo o encargarlo, y a veces, incluso, había que construirlo con las propias manos.


Los objetos estaban hechos para durar, para acompañar a mujeres y hombres en el tránsito de sus vidas. El mismo candil de hierro podía alumbrar tu nacimiento e iluminar muchos años después las sombras de tu agonía; el mismo peine de marfil podía desenredar tu cabellera de doncella y tus canas de abuela.


Me siento afortunada de tener todavía unas copas tan preservadas, queridas y vividas como para que en sus panzas de cristal pueda anidar el sabor intacto de la infancia.

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